Don Quijote era un viejo llamado Alonso Quijano, de 50 años, que vivía en La Mancha y al que le gustaban mucho los libros de caballería.
Un día, por culpa de tan poco comer, tan poco dormir y tanto leer, se le secó el cerebro y decidió que iba a ser caballero andante. Dijo que iba a darle su merecido a los que lo merecieran y se cambió el nombre a Don Quijote.
Don Quijote encontró unas armaduras de su bisabuelo y se las puso. Estaban un poco rotas, pero las arregló porque tenía buena mano con la tijera y cosiendo. Luego dijo que no le bastaba solo con la armadura, sino que también necesitaba un caballo.
Encontró uno que era medio huesudo y pasó tres días poniéndole y quitándole nombres. Hasta que un día decidió llamarlo Rocinante.
Después pensó que no solo necesitaba un caballo y una armadura, sino también una princesa a la que amar con locura. Pero en La Mancha no había princesas. Entonces, Don Quijote recordó que cuando era joven se había enamorado de una chica llamada Aldonza Lorenzo. Aldonza no era una gran dama, sino una campesina que venía desde El Toboso. Tenía un bigotillo sobre el labio, unos brazos gruesos de marinero, un pelo recio como paja de escoba y unas manos grandes como rastrillos. Pero como Don Quijote estaba loco, se la imaginó como una princesa hermosa y le puso el nombre de Dulcinea del Toboso. Se la imaginó con una piel blanca como la nieve, unas mejillas rosadas como claveles, unos cabellos dorados como el sol y unas manos delicadas como alitas. En vez de sembrar trigo y recoger patatas, la imaginó cosiendo con hilo de oro y cantando canciones al son de un arpa.
Otro día, se dijo que necesitaba un escudero, como todos los caballeros. Así que fue en busca de uno. Un día encontró a un vecino llamado Sancho Panza, que era un hombre menudo, barrigón y bajito. Sancho no había ido a la escuela ni sabía leer ni escribir, pero le gustaba decir refranes. Don Quijote le explicó todo lo que tenía que hacer. Al principio, Sancho pensó que no podía aceptar porque tenía una esposa y unos hijos a los que cuidar, pero Don Quijote le prometió que, si lo ayudaba y conquistaban un reino, serían tan ricos que podría vestir a sus hijos como príncipes.
Y así, sin pensarlo dos veces, Sancho aceptó.
Y así comenzaron sus aventuras.
Don Quijote de la Mancha, ejercicio para Nivel B2, Lectura 1
Miguel de Cervantes. Comprensión auditiva en nivel C1
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